El Hada más hermosa ha sonreído al la lumbre de una estrella pálida, que en hilo suave, blanco y silencioso, se enrosca al uso de su rubia hermana.
Y vuelve a sonreír porque en su rueca el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba, está el jardín envuelto en luz dorada y en la cuna, casi en sombra el niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan, hilando de los sueños los sutiles copos en ruecas de marfil y plata.
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