09 abril, 2011

Suspicacía Salmantina

Sábado; siniestros sonidos
 surcaban sombríamente Salamanca.

Sintiendose solitario,
Sergio, sentado sobre
su suntuoso sofá,
suspiró, sopló,
salpicó saliva,
saltó súbitamente.

Sordos silbidos sonaban...
susurros sigilosos:
- Soy Silvia!
- Salve! - silabeó Sergio -
sostendré sus secretos.

Silvia saludó, se sacó su saco satinado, 
soltó sus sandalias, se sentó. 
Sergio sirvió sendos sakes, 
salchichones saladitos, 
surubíes sin sal, 
selectas sardinas sancochadas. 
Silvia, sonrojada, 
sorbió su sake sin sonreir. 
Sólo sentenció:
- Soy solamente suya, Sergio. 
Suspenda sus sibaríticos servicios.

Silencio... sahumerios sutiles 
soplaban serenamente.
- Soy sincero, Silvia. 
Suelo soñar su sensual sonrisa, 
sus sonoros suspiros, 
sus semejantes senos salmantinos, 
símil sandías...

- Soso, soy Sueca.
- Silvia, siento singular sinsabor
Solemnemente suplico su sanción.
- Subestimé su sensiblería.
Suélteme, sátiro senil, 
sanguijuela sarnosa, sapo sobrealimentado!

Salió Silvia subrepticia....
 Sergio se sacrificó sobre su sable.
Su sirviente Sabino sorteando sapiencia sagazmente:
-Sabotaje... Salvaje sabotaje!.

Sacerdotisa sádica,
sonsaca sarpullido
salpicando sangre
sobre sábanas....
saliendo salerosa.
Sospechas suicidio?

Sabas, su segundo sólo sentenció: 
Sayona sediciosa secuestra, 
seduce samarugo sedentario, 
sopesa segar sibarita si secreto seguro sale, 
siguiendo sátira...
Sarta, sin satisfacción. 
Suscita sortilegio sacrílego sobre Sergio.
-Su silueta silente,
siendo sucubus sale sardónica, saciada, serena...

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